Estás en uno de esos preciados momentos a solas. Tu único acompañante es el deseo de relajarte y dejar de pensar en el stress de la vida diaria. En ese momento, escuchar algo de música es la idea apropiada, pero no cualquier cosa, algo especial, algo que, además de entretener, te transportarte a los recovecos de tu mente, ésos que no acostumbras visitar a menudo. Cuando llegas ahí, la música suena mejor, y por fin las cosas adquieren un sentido más entendible y claro. De repente una idea: un sabor amargo, algo melancólico, sonidos provenientes de las notas de Portishead – All Mine que habla de la obsesión de una mujer hacia un hombre. Escuchando esta canción se generó la idea de este plato, con la simple idea de que cada sonido y cada instrumento expresa sentimientos, al igual que la comida.
Coinciden, la música y la comida en un idioma: las emociones A partir de esta idea comenzó la traducción de cada verso en ingredientes comestibles. Es el primer intento de transportar las emociones de una canción a un platillo, generar comida a partir de música. Escuchen la canción mientras ven las fotografías del plato.
Filete, corazón, picos negros de verduras con sus cenizas, jugo de sangre, aire de queso Cotija, cristales de sal de Colima. El filete representa al hombre y su corazón. La secuencia de fotos acompañada de la canción te cuenta una historia, el final no es muy grato, pero sí, rico al paladar.
